lunes, 23 de febrero de 2015

Crítica Whiplash



Argumento: El objetivo de Andrew Neiman, un joven y ambicioso baterista de jazz, es triunfar en el elitista Conservatorio de Música de la Costa Este en el que estudia. Marcado por el fracaso de la carrera literaria de su padre, Andrew alberga sueños de grandeza. Terence Fletcher, un profesor conocido tanto por su talento como por sus rigurosos métodos de enseñanza, dirige el mejor conjunto de jazz del Conservatorio. Cuando Fletcher elige a Andrew para formar parte del conjunto musical que dirige, cambia para siempre la vida del joven. La pasión de Andrew por alcanzar la perfección se convierte en obsesión, al tiempo que su despiadado profesor lo lleva al límite de su capacidad y de su salud mental.
  




Crítica:  Más allá de los valores cinematográficos de la cinta, que no me parecen desdeñables, pues el director tiene la suficiente habilidad como para llevar al espectador por el terreno que a él le interesa (eso sí, con un argumento que conocemos de haber sido reflejado en pantalla cien veces en el cine yanqui desarrollada en ámbitos diversos), lo que me interesa resaltar se refiere más a la orientación ideológica del asunto. El filme, desde este punto de vista, me parece muy representativo de cierta concepción yanqui-capitalista del trabajo y de la vida: aquélla que defiende que para conseguir un resultado pretendidamente superior, extraordinario, magnífico, ha de sacrificarse toda humanidad, ha de convertirse al ser humano en poco más que un instrumento. Desde esa perspectiva, esta cinta me resulta nauseabunda y se me planteó un paralelismo inevitable con la primera parte de “La chaqueta metálica”, en la que el sargento Hartman tiene un protagonismo esencial, y no pude evitar pensar que en “Whiplash”, el militar, encarnado ahora en el profesor de música, había logrado ser testigo de su gran obra, consistente en moldear a los seres humanos a su conveniencia, sin que ninguna de sus víctimas le volara antes la tapa de los sesos. Lo inquietante es que la innegable pericia del director puede llevar, y de hecho lleva, al aplauso a un público un tanto desavisado.

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