Argumento: Unidos por el mismo destino, una adolescente inteligente y optimista llena de curiosidad científica y un antiguo niño prodigio inventor hastiado por las desilusiones se embarcan en una peligrosa misión para desenterrar los secretos de un enigmático lugar localizado en algún lugar del tiempo y el espacio conocido en la memoria colectiva como “Tomorrowland”, y así salvar a la Humanidad.
Crítica: Ni un solo minuto de renuncia al (buen) entretenimiento. Esta es la divisa que podría lucir en el pecho Brad Bird, autor de tres piezas maestras del cine de animación (El gigante de hierro, Los Increíbles y Ratatouille) y de dos largometrajes con actores de carne y hueso, Misión: Imposible. Protocolo Fantasma y la ahora estrenada Tomorrowland, que, sin ser tan redondos, revalidan su talento para la narración clásica y el gran espectáculo. Y el sentido de la maravilla, que es lo que resplandece, por todo lo alto, en Tomorrowland, una historia de ciencia ficción concebida por el prestigioso Damon Lindelof, uno de los creadores de Perdidos, y centrada en el especulativo tema del futuro, un futuro que, irónicamente, podemos contemplar desde los años sesenta del siglo pasado. La trama, compleja y algo complicada, convoca a un niño prodigio de aquella época, caído en desgracia cuando es adulto (Clooney), y a una adolescente de mente no menos prodigiosa en materia de ciencia, a quien el destino le tiene reservada una aventura fantástica que activará un humilde pin mágico.
Ciencia ficción canónica, Tomorrowland cita explícitamente a Bradbury, Huxley y Orwell, nombres a los que podríamos añadir el de Philip K. Dick y considerar la película de Bird como algo parecido a un Minority report para todos los públicos. Porque el filme lleva el sello Disney y, en efecto, es un megaespectáculo familiar, deliciosamente pueril, naif y cándido, pero trepidante en su desarrollo, una aventura siempre hacia adelante y sin freno, con pasajes jocosos (el secreto que esconde la torre Eiffel es de veras ingenioso) y una pintura del futuro que, por una vez, no es distópica, sino rebosante de luz y esperanza: un mensaje de buen rollo que podríamos resumir en siembra pins mágicos y recogerás el fruto de la felicidad. Por supuesto, para disfrutar del banquete hay que tener claro que su espíritu está más cerca de Chitty Chitty Bang Bang que de Interstellar
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